martes, 16 de agosto de 2016

lunes, 15 de agosto de 2016

Disciplina


Siempre he dicho que para formar una familia reconstruída se requiere mucho valor, amor y tal vez algo de ingenuidad - o tal vez optimismo.

La siguiente frase la leí en un artículo sobre las personas personas deciden volver a buscar pareja : "Para qué comprar la vaca si tienes gratis la mantequilla". En un principio  se me hizo algo vulgar y barato, sin embargo ésto es algo que sucede constantemente. Me hizo pensar sobre la gran diferencia que hay entre una familia ensamblada que conlleva una serie de obligaciones y compromisos; y una relación de amasiato o "noviazgo" donde no existe ningún compromiso ni responsabilidad para con la pareja y mucho menos con los hijos de ésta. Después de reflexionarlo, me valoro más, también a mi esposo pero sobre todo, valoro nuestros esfuerzos y la familia que juntos hemos formado. Es verdad que hay mucho más trabajo en una familia ensamblada y reconstruída, pero estoy segura que hay mucho más satisfacciones y tengo la certeza de que la unión y el amor de la pareja es mucho más fuerte. Todo esto me pareció necesario mencionarlo como preámbulo para el tema que toca y enfatizar que si una pareja decide evitar "el camino fácil" y formar una familia reconstruída es sólo por amor.

Como madre de un niño y madrastra de un adolescente, me he encontrado con muchos retos, pero quiero escribir de uno en particular, porque es algo a lo que nos enfrentamos muchos padres y madres: La disciplina hacia los hijos de nuestra pareja. No estoy cuestionando si los debemos disciplinar o no, estoy afirmando que es parte de nuestro rol como cabeza de la familia el hacerlo cuando se requiera, especialmente si ellos viven bajo nuestro techo y cuidado. La razón por la que lo afirmo es muy simple: si tienes obligaciones para con alguien, también tienes derechos. Si tus hijos y los hijos de tu pareja conviven, no pueden haber diferencias o privilegios; así como se hace en una familia normal, todos conviven en un ambiente de igualdad por decirlo de alguna manera, no hay por qué hacer diferencia. El hecho de que tú no seas el padre o madre no significa que no tienes autoridad en la familia que tú y tu pareja han creado.

-¡Tú no eres mi mamá para decirme lo que tengo que hacer y menos para castigarme! 

Fue lo que le dijó Sandra de 14 años a Olivia, la esposa de su padre el día que ésta la castigó por llegar tarde sin avisar.  Cuando he platicado con familias ensambladas sobre el tema de la disciplina, el 99% afirma que es de lo más frustrante a lo que se enfrentan.  -"Los padrastros tenemos obligaciones, pero pareciera que no tenemos derechos".  Yo me pregunto si esa chica en algún momento le dijo a Olivia : -"Tu no eres mi madre para llevarme a la escuela, o para hacerme de comer, o para cuidarme cuando me enfermo, o para tenerme la ropa limpia o para ayudarme con las cosas de la escuela!, etc. Las obligaciones son parte del "paquete" pero cuando tratamos a los hijos de nuestra pareja como si fueran nuestros hijos para educarlos, entonces ellos sienten que no tenemos ese derecho y lo toman como una agresión. Sin embargo un padrastro o madrastra llega a hacer incluso más de lo que un padre o madre biológico haría, sin tener la obligación de hacerlo y sobre todo sin reconocimiento o agradecimiento. Y no es para ponerse en el plan de víctima porque nadie nos obliga a hacerlo, esto se hace POR AMOR, solamente.

El entrenamiento
Pero no olvidemos algo, los niños no nacen asi, se hacen, lo aprenden, lo escuchan o de plano fueron entrenados para rechazar a esta figura extraña que ahora pretende dar órdenes. Hay padres biológicos que hacen sentir a sus hijos como traidores si se encariñan de la nueva pareja de su otro padre. Hace algunos años fui testigo del sufrimiento de una pequeña de 9 años, llorando y suplicando perdón a su madre frente un monitor, (a través de una videoconferencia);  porque ésta la rechazaba y culpaba por el hecho de sentirse bien en compañía de la familia formada por su papá y claro, con el paso del tiempo esta niña cambió para no sentirse traidora y rechazada por su madre; se convirtió en aliada e informante de todo lo que sucedía en la nueva familia. Triste, pero cierto; desafortunado es mencionar los problemas psicológicos y emocionales que ahora enfrenta esta chica. 

Diferencia de hábitos y ambientes
Otro factor muy importante, es la diferencia de hábitos o tipo de educación que puede haber entre las familias donde habitan los hijos. Por ejemplo: hay niños que tienen una rutina muy estructurada entre semana con el padre o madre con quien viven la mayor parte del tiempo. y el padre con quien pasan fines de semana generalmente es mucho más relajado y no maneja límites para los hijos qué sólo ve unos cuantos días al mes. Esto puede generar un problema ya que el hijo no tienen consistencia en los hábitos y seguramente preferirá estar más donde puede hacer lo que quiere, aunque no sea lo más benéfico para él. En algún momento el hijo sentirá que no está cómodo donde hay límites, educación y disciplina. Tal vez trate de probar sus límites y la casa puede volverse un campo de batalla. Un "recoje tus cosas"  para ellos no suena igual ni se siente igual si lo dice mi mamá que si lo dice la esposa de mi papá. Para ellos es normal enojarse con su madre o padre, pero enojarse con la pareja de su madre o padre puede llegar a ser un conflicto, recuerda que para ellos, tú no tienes ese derecho. 

Falta de experiencia
Sucede que como padre o madre llevas el ritmo de tus hijos biológicos, vas aprendiendo a ser papá o mamá junto con el crecimiento de tus hijos, las situaciones con las que tienes que lidiar son las que corresponden a un padre o madre de la edad de tus hijos. De repente llega a ti un adolescente o un niño pequeño; ¡Claro que te saca de balance!, tú no tienes experiencia en adolescentes o ya has olvidados lo que era estar con un niño pequeño. Es como pretender que alguien que va en tercero de primaria sepa contestar problemas de secundaria o regresar a hacer palitos y bolitas de kinder. Todos necesitamos tiempo; tiempo para entender, para conocer, para equivocarnos. De por si, los hijos de tu pareja vienen con una historia dramática o traumática, ahora entenderlos. Tú no has vivido su historia día con día así como la has vivido con tus propios hijos, asi que, definitivamente se requiere paciencia - paz y ciencia.

La culpa 
Es algo muy común, que los padres pasivos, por llamar de algún modo a los padres que menos conviven con sus hijos, se sientan confundidos o aturdidos cuando deciden formar una nueva familia en la cual se integran sus hijos. Sucede que  por sentimientos de culpabilidad debido a la "ausencia" que se generó con la separación, no pueden ejercer autoridad; parcial o totalmente son incapaces de decir un "no" o poner limites o disciplina. Ellos quieren ser sus amigos, quieren ganarse la confianza y recuperar todo el tiempo perdido, y si el precio de ésto es complacerlos, pues no dudes que lo harán. Pero ésta falta de autoridad te deja como el villano del cuento, el aguafiestas, el sargento con sus órdenes, con sus reglas, con su disciplina... qué horror! Es increíble, pero tu pareja, sin quererlo obviamente, a veces puede ser el origen de los conflictos en tu familia. Hay problemas que se generan por omisiones, y el no disciplinar para llevar la fiesta en paz, a la larga también genera problemas.

Y entonces ¿Cómo?
No te asustes. Todo en esta vida tiene solución, y te aseguro que si en tu familia hay 2 adultos valientes que se aman, se respetan y se apoyan, la encontrarán, o más bien, la crearán. 

Lo primero es una buena dosis de paciencia, como se ha mencionado, haz y da tu mejor esfuerzo cada día sin que esto signifique un desgaste para ti. 

La comunicación con tu pareja es fundamental, hablen claramente del tipo de disciplina que van a tener para todos los integrantes de la familia, tengan presente que los mayores abren brecha y que lo que le permitas a éstos, en algún momento se lo tendrás que permitir a los los más pequeños. Lo más importante es que tú y pareja estén de acuerdo y que juntos les comuniquen a los hijos lo que esperan de ellos, así como las consecuencias de no cumplir con la disciplina.

Mantén comunicación con los hijos de tu pareja, no estamos hablando de que te hagas su amigo o amiga si la relación no se está dando, pero si que te sientas con la tranquilidad y confianza de expresarte y que él/ella exprese sus inquietudes. Se vale, también los papás necesitamos que nos guíen. 

Si necesitas tiempo o espacio para poder lidiar con alguna situación, tómatelo. No trates de controlarlo todo, ésto sólo te estresará y por favor, deja que tu pareja cumpla con la responsabilidad de educar a sus hijos. 

En resumen, si tienes obligaciones para con los hijos de tu pareja entonces puedes disciplinarlos, pero antes es importante hablarlo  entre ustedes y definir hasta dónde y en qué circunstancias, y ya una vez que estén las reglas claras, comunicárselas a los hijos. No se le puede dejar la responsabilidad a una sola persona. La clave de todo es el equilibrio y tomar los puntos de vista de padres e hijos.

Creado y escrito por R. María Aguilera

martes, 3 de mayo de 2016

Criando con culpa; creando Víctimas



Ernesto es un padre soltero, se divorció cuando Iván, su hijo único, era muy pequeño, y aunque lo visitaba cada semana y siempre que podía iban juntos a pescar, realmente tenían tiempo de calidad aunque no en gran cantidad. Iván lo quería mucho sin embargo, cuando niño no tuvo los mejores comentarios de parte de su madre y creció con muchas dudas respecto a la legitimidad del cariño de su padre; cuando ellos estaban solos, esas dudas se disipaban, pero cuando volvía a su madre, el niño volvía a tener ese resentimiento inducido - caso muy común cuando hablamos de Alienación Parental, lo cual era una constante en la vida de Iván.

Ernesto e Iván ahora viven juntos, el chico de 15 años quiere tener un poco más de independencia y sacar sus propias conclusiones. Ernesto piensa que ésta es la oportunidad perfecta para "ganarse" el cariño de su hijo y demostrarle que no es el monstruo que le habían dicho que era.

Ernesto es un padre entregado en exceso, trata a su hijo como al niño que dejó cuando recién se divorció y fue echado de su hogar. Su rutina diaria empieza por prepara el desayuno de su hijo y termina haciéndole de cenar, trata de evitarle cualquier molestia.  Iván se siente bien, pero piensa que su padre no hace más que lo que le corresponde, realmente no logra valorar el esfuerzo, tal vez no es tiranía, simplemente cree que así debe ser. En casa de su madre, ella no se ocupaba prácticamente de nada de eso, pero ella argumentaba que estaba muy ocupada trabajando para sacarlo adelante y que por eso no podía atenderlo, así que el niño aprendió a justificar el descuido y falta de atención de su madre; de hecho, ambos culparon a Ernesto de vivir así, pues él era quien faltaba en casa y por lo tanto, él no tenía las obligaciones que ella tenía que cubrir, "Tengo que ser padre y madre al mismo tiempo" le recalcaba, aunque en realidad estaba muy lejos de serlo. 

Iván tiene 18 años, es un chico que quiere a su padre, pero aún regresa con dudas de cuando vuelve de visitar a su madre. Es un chico que da la impresión de ser muy seguro, pero realmente su autoestima es baja y Ernesto por esto lo sobre protege aún más; no se ha querido dar cuenta que él colabora para que su hijo sea asi: Al evitarle a su hijo el enfrentarse con obligaciones, disciplina y situaciones o problemas de acuerdo a su edad, su padre le está diciendo que no confía en su capacidad de resolverlas y prefiere hacerlas por él. Claro que ese no es el mensaje que quiere dar Ernesto, la realidad es que Ernesto está criando con culpa, queriendo llenar su ausencia con debilidad y sobre protección  que ya no van de acuerdo a la edad de Iván, le está haciendo daño, es un chico inseguro, incapaz de hacerse cargo de si mismo si fuera necesario. Es un chico que ha sido programando como víctima tanto por su madre como por su padre y con una co-dependencia que a final de cuentas, al único que perjudica es a Iván. 

Iván tiene 20 años, es un chico que se sabe víctima, cuando menos su subconsciente lo sabe, actúa como tal; dejó la escuela porque aún no decide a qué se dedicará, su problema de autoestima ha ido en aumento, evita presentarse ante gente nueva; vive en un círculo vicioso del que no encuentra salida. Sigue dependiendo de su padre, sigue esperando su desayuno en la mañana y que su papá le de dinero para su día. No ha tenido una relación estable porque no se siente capaz de tener algo que ofrecer además de que el divorcio de sus padres le ha marcado y no cree en el compromiso. Ernesto sigue viviendo con culpa, - "nada es suficiente pare compensar el tiempo perdido" - se dice a si mismo cada vez que su parte consciente y responsable le dice que debe dejar que su hijo se las arregle solo. El lo sigue viendo como a ese niño que una noche le dijo "hasta mañana papá" y él, con lágrimas en los ojos cerró la puerta... "No fue un hasta mañana", pensó. 

No sé cual es el destino de Ernesto ni de Iván, pero estoy segura que ninguno de los dos es completamente feliz y que Iván nunca le agradecerá a su padre el que le haya tratado con tal sobre protección.

Creado y escrito por R. María Aguilera

sábado, 16 de abril de 2016

Sólo queremos la medicina que nos gusta


Mi sobrina fue recetada con un tónico de sabor muy desagradable para el padecimiento estomacal que tenía, realmente no sabía nada bien, sin embargo había padecido mucho al punto de sentirse muy debilitada e incapacitada para asistir a la escuela y hacer sus actividades normales, su ánimo estaba cambiando, se sentía muy triste pues no podía tomar alimento sin que posteriormente sufriera unos dolores muy fuertes.

-'Tienes que tomarte esta medicina 2 veces al día, ah, y no puedes comer ningún tipo de irritante, como los dulces enchilados que tanto te gustan, eh?'- le indicó la doctora, a la cual conocía desde nacer por lo que le tenía cariño.

Al llegar a casa, Lety, la madre de mi sobrina, le preparó la primera cucharada, la niña abrió la boca grande, tenía una gran esperanza en que esa medicina acabara con todas las horribles molestias que padecía. Al sentir el medicamento en su boca, la niña hizo una expresión entre dolor y asco que la hicieron devolver la mitad de la cucharada e inmediatamente pegó un grito -"sabe horrible!!!, no la voy a tomar!!", y así fue, ese día no hubo poder humano que  la hiciera tomar la medicina.

Al siguiente día la niña simplemente se desaparecía a la hora del medicamento, hacía todo lo posible por no tomarlo, llegó a decir que ya se sentía bien con tal de evitarlo - "Es sólo un trago" - decía su mamá, pero eso a la niña no le importaba, no estaba dispuesta a pasar ese trago amargo ni siquiera para su propio bien. 

Mi hermana llamó a la pediatra para decirle lo sucedido y preguntarle si podía mezclarlo con algún endulzante o jugo para poder aminorar ese mal sabor, pero la doctora indicó que no, que debía ser asi, tal cual del frasco. La niña al escuchar esto se enojó muchísimo con la doctora, hasta le dijo a su madre que esa era una mala doctora y que ya no quería ir con ella, que la llevara con otra porque esa no servía, hasta pensó que lo hacía a propósito para que no comiera más dulces y volviera a enfermar. 

Mi sobrina se rehusó a tomar el medicamento ese día también, hasta que su madre hizo algunas trampas y decidió ponerle miel a la cuchara a fin de disimular el sabor, la niña aún hacía sus muecas de desagrado pero accedía a tomar el medicamento, sin embargo, éste no surtía el efecto deseado hasta que la miel fue disminuyendo en la cuchara al punto que ésta sólo contenía medicamento y ella aprendió a aceptarlo, pues cuando lo hizo, notó una gran mejora en su estómago.

Semanas después mi sobrina se sentía prácticamente bien y seguía en el tratamiento, sin embargo, empezó a comer esos dulces enchilados que tanto daño le hacían y eran el detonante para su malestar estomacal. La niña los comía con gusto, y percibía un leve retortijón después de hacerlo, sin embargo ella decía que "no le dolía tanto, que podía soportarlo"

Terminó el tratamiento, mi sobrina no estaba del todo recuperada, todavía estaba resentida del estómago aunque se daba por satisfecha por el hecho de poder comer sus dulces y no sentirse tan mal y poder hacer sus actividades normales. 

Tiempo después, algunos años más adelante, mi sobrina tuvo que ser operada de 2 úlceras úlceras estomacales y su dieta se vió drásticamente reducida, con la advertencia de que comer irritantes sería desastrozo para su sistema digestivo. 

Finalmente mi sobrina aprendió a aceptar que tiene un estómago débil y dañado al cual necesita cuidar, y cambió sus hábitos alimenticios, descubrió que hay muchos alimentos que además de ser nutritivos y naturales, también son sabrosos, ahora es una chica muy sana que no come irritantes, no tanto porque los tenga prohibidos, sino porque ya no le llaman la atención, - No sé cómo comía eso que sabe tan horrible - dice.

Toda esta experiencia me hace reflexionar, que, no importa la edad, a veces ni el padecimiento. Sólo queremos y aceptamos la medicina que nos gusta, sólo estamos dispuestos a sanar alguna área de nuestra vida si no tenemos que pasarnos un trago amargo, como lo es el darnos cuenta de nuestros errores, la aceptación de que algo no estamos haciendo bien o que realmente estamos llevando nuestra vida por un rumbo equivocado. 

Esto seguramente como padre lo has vivido ya sea tú o con tus hijos, sin embargo, aún siendo adultos, no actuamos de forma tan diferente. Primero, esperamos a sentirnos realmente mal para buscar ayuda, para aceptar que hay algo que nos lastima o molesta. 

Ya que por fin aceptamos o vamos a pedir ayuda y nos dicen el origen de nuestros males, podemos aceptarlos o no, y nosotros somos los que debemos de tomar ese medicamento, el cual puede ser cambios de hábitos, de apegos, aceptación hacia hechos que no queremos aceptar, dejar la codependencia hacia lo que me permite "salirme con la mía", en fin, todo aquello que nosotros sabemos que nos afecta, pero nos gusta, como a mi sobrina los dulces que a la larga le ocasionaron úlceras. 

Cuando tenemos que estar en ese tratamiento, nos negamos, hacemos trampa, incluso podemos decir que el doctor o quien nos está guiando en la sanación, está mal, que no sirve; podemos volvernos en su contra y hasta llegar a pensar que quien está mal es él o alla, pero no nosotros, - "Todos los demás están mal!, no se ponen en mi lugar! me quieren quitar lo que me gusta!!! - y si nos falta amor propio, optaremos por dejar que el padecimiento siga, nos autorrecetamos y optamos por buscar más doctores hasta encontrar uno que me diga lo que quiero oír, que no me obligue a hacer lo que no quiero hacer; ese es el bueno, pero obviamente, las bacterias o el mal que no se ataca, crece, se fortalece y hace de tu cuerpo o de tu mente su hogar feliz..

Nos acostumbramos a vivir asi, dejamos que ese bicho o malestar siga ahi, pero un día nos damos cuenta ya se ha adueñado de nosotros, ya decide por nosotros, ya nos pide que lo alimentemos más, que le de más dulces, y lo hacemos, bueno, podría decirse que hasta le tomamos cariño y decimos "Así soy" pero el que habla es el bicho, no uno. 

Finalmente pasa algo que nos recuerda que estamos atentando contra nosotros mismos, tocamos fondo, nos damos cuenta que estamos igual o peor que al principio. Puede ser que repitamos la misma historia de rechazo ante la medicina, o puede ser que por duro y doloroso que sea, aceptemos la cura, ese trago amargo que no queremos tomar porque sabe horrible, porque se siente horrible, porque duele.

Pero llega el momento de ver los resultados, por supuesto que se ven, y empiezas a darte cuenta que aquéllo que tanto te gustaba (pero te dañaba) ahora te es desagradable, repulsivo y por el contrario, tu medicina sabe deliciosa; te sientes sereno y responsable de tus decisiones y te sientes orgullosa de ellas porque sabes que son las que hacen bien a ti y a tu entorno; eso se llama "me amo y elijo lo que me hace bien", y es un tratamiento que debe tomarse todos los días. 

Creado y escrito por R. María Aguilera





martes, 9 de febrero de 2016

Familia Ensamblada con los que hay.



Cuando se tiene el proyecto de formar una familia ensamblada, como padre, pretendes que tus hijos formen parte de ésta. Esto no significa que dejen de pertenecer a la familia que tienen con su otro padre/madre, sino que puedan integrarse a la nueva familia que estás formando con tu pareja. Sin embargo, por diferentes circunstancias, puede ser que alguno o algunos de los hijos no logre o no quiera integrarse en esa nueva familia y no se "ensamble" en la misma. Esto no es una tragedia; si es doloroso, sobre todo para el padre de ese hijo, pero es algo con lo que se puede vivir y seguir adelante. Aqui están algunas de las causas que generan la separación de los hijos hacia el padre o madre y cómo lidiar con este conflicto.


ALIENACION PARENTAL. 

Cuando alguno de los ex cónyuges no supera la separación y guarda rencor y resentimiento hacia su ex pareja, utiliza a los hijos de ambos para vengarse de ésta. Si son pequeños, son utilizados como arma y escudo para lastimar y defenderse de sus propias injurias. Una de esas armas se llama Alienación Parental, que consiste, a grandes rasgos, en inculcar en los hijos un sentimiento de rechazo e inconformidad hacia el padre o madre ausente (por decir lo menos).  Cuando el alineador ha hecho un buen trabajo, el hijo se convierte en una extensión del padre alineador, y literalmente también se divorcia del padre o la madre con quien no conviven. Tratar de integrar a la familia a un niño alineado no es fácil, a veces el esfuerzo es casi nulo; ya que el niño no se da cuenta del daño que que se le está haciendo y siente que debe guardar lealtad incondicional al alineador, está convencido de que el padre o madre ausente es la causa de todo el sufrimiento de quien "por amor" se quedó con el, y el formar parte de la nueva familia, es una traición hacia quien día tras día los ha convencido de que sólo él o ella lo ama.


HIJOS TIRANOS

Los padres de la familia ensamblada, con la intención de integrar a sus hijos, hacen todo lo posible por ofrecerles la calidez de un nuevo hogar; aquí es cuando puede llegar la gran decepción para ambos padres biológicos: Los hijos se dan cuenta del poder que tienen sobre ambos padres e incluso padrastros y se "venden" al mejor postor. Pueden llegar incluso a chantajear a los padres biológicos mostrando  preferencia por el que más le conviene, castigando al padre que no cumple con sus caprichos. Algunas formas de castigo son ignorar, no contestar llamadas, mentir, o simplemente no mostrar interés por mantener contacto; es por eso que no es posible integrar a este niño a la familia ensamblada. 


LA ADOLESCENCIA (la verdad los hace libres)

Los niños se convierten en adolescentes, empiezan a ser capaces de discernir lo que es real y lo que ha sido manipulado en ellos -Alienación. Se generan los conflictos de identidad, de pertenencia, de lealtad, de rompimiento de creencias, entre otras cosas; tienen que decidir entre quedarse en el papel de víctimas (que si lo son) o ser libres. Un hijo adolescente libre, puede elegir si desea ser parte de una familia ensamblada, y su decisión puede ser NO.



FALTA DE EMPATIA y RESPETO ENTRE LOS INTEGRANTES

Cuando a través del tiempo y la convivencia, los padrastros no hacen "química" con los hijastros o entre los hijos de ambas partes no hay buena relación y se generan estados de tensión constantes. El respeto dentro del hogar es lo más importante para que cualquier familia funcione, ensamblada o no, sin respeto no hay nada. Cuando esta relación no se da, es mejor no forzarla. Los padres biológicos son los que decidirán si están dispuestos a modificar las formas de convivencia. Nunca se debe forzar a un hijo a aceptar a la pareja y viceversa, todos tenemos derecho a decidir con quien queremos convivir y con quien no. 


DIFERENTE EDUCACIÓN Y COSTUMBRES.

Resulta que los hijos que llegan a integrarse a una familia pueden presentar resistencia al nuevo modo de vida, a las costumbres y educación que hay en esa casa. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que todo cambio tiene que pasar por un período de adaptación. ¿Es fácil? depende de cada uno, de la disposición y actitud ante el mismo cambio; incluso los padres pueden verse en la necesidad de hacer cambios en sus rutinas y ser más flexibles. Sin embargo, si este período de adaptación es interminable y la casa es más bien un campo de batalla donde no existe la menor intención por integrarse y cooperar, lo mejor es evaluar la situación y nuevamente, no forzar la integración de ese hijo.


Ante todas estas posibilidades, lo que yo como mujer que vive el día a día en una familia ensamblada recomiendo es, no luchar, fluir y dejar que las cosas sucedan o no sucedan. Después de años de tratar de ser y hacer la diferencia, me di cuenta que mi trabajo consiste en asegurar a mis hijos y a mi esposo un hogar sano para convivir, una familia ensamblada donde el respeto y la confianza sean los pilares y donde los que la formamos, estemos por gusto y comprometidos a sentirnos parte de esta familia. El que un hijo no desee formar parte de esa familia, es decir, no se ensamble; no significa que se termine la relación padre-hijo; simplemente no es su lugar ahi y entre ambos decidirán y encontrarán la forma de continuar su relación. Finalmente, me llega a la mente este dicho que tenía mi sabio padre. "Nunca sobra el que llega ni falta el que se va"

Creado y escrito por R. María Aguilera.